UNA CARTA DEL CORAZÓN

Quisiera empezar por contarle la historia de vida de un joven ejemplar. Mi hijo tiene 13 años de edad y cursa el 8vo grado. Le fascina leer y aprender cosas nuevas. Es un joven brillante quien llama amigo a todo quien conoce y regala abrazos. Mi hijo se divierte horas construyendo Legos y escribiendo sus propios comics. Cuando mi hijo empezó Kínder, su maestra me mandó llamar para decirme que él estaba batallando en la escuela. Ella nos explicó que el tal vez no podría pasar al siguiente año. Mi esposo y yo, nos sentamos con él todas las noches para ayudarle con la tarea. Le tratamos de dar apoyo, encontrando todas las formas posibles de motivarlo. Durante ese tiempo no pensamos nada al respecto, porque al fin de cuentas, pudo pasar de año.

En la Primaria, sus maestros nos decían que iba bien en la escuela y que era un niño muy estudioso. De vez en cuando mi hijo venia y nos contaba que tenía problemas con algún niño, pero él seguía como si nada. Así que lo tomamos como algo normal entre niños. Se veía feliz, así que nunca nos percatamos que él ya estaba batallando socialmente. Durante el cuarto año de la escuela, lo cambiamos a una escuela pública. Le tomo casi tres meses para que él se pudiera adaptar. Aun así, él logró salir adelante académicamente. Estuvo en el cuadro de honor de la escuela varias veces, y pasó los exámenes estatales (STAAR) con honores. Pero, no tenía más que un amigo. Rara vez lo invitaban a fiestas o ir a casa de alguien. Fue entonces que empezó a decir que cada persona que conocía era “su mejor amigo”. Le explicamos varias veces que para poder llamar alguien amigo, tiene que conocerse primero. Él no entendía, solo se frustraba y sentía como si le impidiéramos tener “amigos”.

Cuando el entró en la Secundaria, mi hijo se empezó a descompensar. Él estaba sufriendo silenciosamente. Su comportamiento cambio drásticamente. Su destreza también empezó a decaer; sus movimientos eran algo torpes. Por esa misma razón, perdió todo interés en los deportes. Mi hijo repetía cosas por debajo de su aliento, jugaba sin cesar con sus dedos y en veces aleteaba con sus brazos. Empezó a olvidar sus tareas y a perder sus trabajos de la escuela. Luchó, y salió adelante académicamente, pero socialmente seguía sufriendo. Empezamos a notar, que cuando hablaba con alguien se quedaba en el mismo tema y repetía cosas. No podía sostener una conversación con intercambio de ideas ya fuera en persona o por teléfono. No se daba cuenta si las personas le estaban poniendo atención o no, no podía leer las expresiones faciales ni corporales de las personas. Algunos alumnos tomaron ventaja de esto, y se burlaban de él o lo hacían sentir mal. Le decíamos que se defendiera, que reportara los maltratos a sus maestros; más el no podía. Como resultado, mi hijo se empezó a deprimir. Fuimos a reportar los incidentes a la escuela, pero ellos solo se lavaban las manos diciendo que era culpa de mi hijo por no reportarlo. Esto duro hasta el primer semestre de séptimo grado. Viendo que no había resultados, ni cooperación de la escuela, decidimos cambiarlo.

Al empezar su nueva escuela, todo marchaba bien hasta el primer mes. Empezaron los niños a molestarlo otra vez, seguía el sin poder reportarlo. Un día, mi hijo me habló llorando, que estaba escondido en el baño. Inmediatamente fui a la escuela a ayudarle a reportarlo. El director muy cortés y amable, le puso un hasta aquí a la situación. Aun siendo que el bullying acabó, mi hijo seguía sin amigos, y comía todos los días solo. Mientras tanto, mi esposo y ello buscamos como ayudarle. Para esto, ya nos habíamos dado cuenta de que mi hijo tenía Asperger. Lo llevamos al doctor para pedirle su ayuda. Le pedimos que nos recomendara con alguien que pudiera ayudarnos. El sólo nos dijo, “se le va a quitar, es que está creciendo”. Insistentes le volvimos a pedir nos dijera con quien pudiéramos ir. Nos dio el nombre de una consejera. Llamamos para poner cita. Durante la llamada, ella fue muy fría e indiferente. Cancelé la cita al siguiente día. Una amiga, me refirió a un Centro de Desarrollo en la localidad. Ya tenemos dos años en la lista de espera. Mientras tanto, mi esposo y yo compramos libros para educarnos y ver como abogar por nuestro hijo. Llamé varias veces a una Clínica de Autismo. Dejé varios mensajes; hasta la fecha nadie nos ha regresado la llamada. Lo enrolamos en Taekwondo para ayudarle con su concentración y destreza. Pero solo lo frustró más. Seguimos buscando ayuda en el internet; hasta que di con Brain Development Center. Esto fue, en Febrero de este año. Leí sobre el programa e hice una cita. Desde la llamada hasta la cita, la familia Castaneda demostraron su profesionalismo y compasión hacia sus clientes. Desde ese primer día, mi hijo se sintió como en “su casa”. Desgraciadamente, en esos momentos, no podíamos iniciar el entrenamiento. Nos fuimos muy tristes porque sabíamos que habíamos encontrado algo diferente que le pudiese ayudar a mi hijo. En el verano de ese mismo año, viendo mi desesperación, mi mama le pidió el numero a una amiga de una disque especialista en Autismo. Fuimos a la cita. En esta cita, la consejera dijo que mi hijo “era un niño malcriado, que solamente necesitaba de lecciones en cómo comportarse y mucha disciplina” Salimos con mucho coraje de esa cita y aun más desesperados. Como a la semana o dos de esa mala experiencia, el Sr. Castaneda nos deja un mensaje sobre la aceptación de mi hijo en Brain Development Center. Mi esposo y yo lloramos mucho al oír esto, pues Dios había escuchado nuestras suplicas. Fueron solamente dos semanas, cuando empezamos a ver como la concentración de mi hijo se había incrementado. Ya no olvidaba sus tareas. Dejó de aletear sus brazos y de jugar con sus dedos.

Al mes, notamos como podía seguir una conversación e intercambiar ideas. Podía ya usar el teléfono, ya no necesitaba ayudarle con qué decir. Empezó a reconocer expresiones y gestos. Y aun más importante, ya empezaba a defenderse solo. Ya Reconoce chistes y hace chistes. Ya tiene amigos. Antes de Brain Development, mi hijo quería darse por vencido en el Taekwondo, él ahora es cinta morada, sus movimientos son precisos y fuertes. Su maestro de Taekwondo lo felicito cuando obtuvo su cinta. Desde que empezó el programa de Brain Development, el subió dos cintas, cuando antes llevaba casi un año con la misma cinta. Estamos muy agradecidos no sólo por lo que Brain Development ha hecho por nuestro hijo, sino por lo que también ha hecho por nuestra familia. Él está mas contento y es más social, se expresa, dice lo que necesita y no necesita, ya puede entender el mundo un poquito mejor. Brain Development le ha regresado a nuestro hijo su autoestima y confianza en sí mismo. Quisiera añadir, que él ha sido aceptado en un Early College para cursar la preparatoria. Por todo lo que ha recibido en este programa, sabemos con tranquilidad que el estará bien a donde quiera que vayaLa gente puede recibir ayudar sin medicamento y como nuestro hijo lograr su verdadero potencial.

Sinceramente

V.C